Más allá del glitter

Publicado el 31 de mayo de 2025, 1:49

A primera vista el arte drag y el glam metal pueden parecer expresiones distantes, ambas comparten una raíz común: el deseo de desafiar las normas impuestas sobre el género, la imagen y la libertad individual. Surgido en la década de 1980, el glam metal —también conocido como hair metal— fue un subgénero del rock que combinó el sonido potente del hard rock con una estética deliberadamente andrógina y teatral. Bandas como Mötley Crüe, Poison o Twisted Sister adoptaron el maquillaje, las mallas brillantes, los tacones, las pelucas y los cuerpos hipersexualizados como una declaración visual de exceso y rebeldía.

Aunque sus protagonistas eran, en su mayoría, hombres heterosexuales, su apariencia rompía con los códigos tradicionales de masculinidad. En este sentido, el glam metal anticipó muchas de las estrategias visuales que luego adoptaría el arte drag: el maquillaje exagerado, la expresión hiperbólica del género, la teatralidad, y el uso del cuerpo como lienzo para cuestionar las normas.

Esta estética no era sólo un estilo: era también una forma de libertad. En un momento en el que el conservadurismo moral ganaba terreno, la imagen de un hombre maquillado, vestido de lentejuelas y gritando al micrófono que no se iba a someter (We’re Not Gonna Take It, Twisted Sister) se convirtió en un acto de resistencia, aunque no siempre intencionado. Así como el drag expone y satiriza los roles de género desde la exageración, el glam metal, sin saberlo, ofrecía un modelo de ambigüedad liberadora.

Para muchas personas queer, estas figuras glam fueron las primeras imágenes públicas de hombres que desafiaban la rigidez del género. Aunque no se identificaran como parte de la comunidad LGBT+, su mera presencia en la televisión o en un escenario ofrecía un resquicio de posibilidad: si ellos podían maquillarse, gritar y brillar, tal vez otros también podían.

Hoy, el arte drag recupera esas referencias y las transforma. Reinas como Trixie Mattel o Crystal Methyd han rendido homenaje explícito al glam metal, no sólo en sus looks, sino también en su actitud. La mezcla de punk, humor, irreverencia y feminidad artificial sigue viva, ahora con un sentido más político y consciente. En ambos casos, lo que está en juego no es solo el espectáculo, sino el derecho a expresarse sin miedo.

El drag, más allá de su estética llamativa y vestuarios extravagantes, representa una experiencia profunda de libertad y autoexpresión. Según Aunam Noticias, muchas artistas drag mexicanas viven esta práctica como una catarsis emocional y una forma poderosa de resistir las normas sociales que limitan las expresiones de género y sexualidad. Cada performance se convierte en una declaración de autonomía personal, donde el cuerpo actúa como un lienzo político que desafía estructuras de poder y discriminación.

En el escenario, la drag queen reivindica identidades históricamente marginadas, reformulando los límites de lo que la sociedad considera aceptable o normativo. Así, el drag no solo entretiene: también visibiliza y empodera, invitando a reflexionar sobre la diversidad, la inclusión y la libertad individual, en un contexto donde la lucha por los derechos LGBTQ+ sigue siendo crucial.

Desde esta perspectiva, el drag no solo es arte, sino también una manifestación política activa. El artículo del noticiero N+ “El drag mexicano: arte y manifestación política” explica cómo esta práctica trasciende el entretenimiento para convertirse en una herramienta de protesta, visibilidad y resistencia. Confronta normas sociales y denuncia violencias que afectan a la comunidad LGBTQ+.

Roberto García, de Vecinas de la Calle J., declaró a N+: “El drag por sí mismo es político. Tiene una fuerza y una capacidad de decir muchas cosas, simplemente porque ya te capturó con sus brillos, su maquillaje, su presencia... entonces hay que aprovechar eso para comunicar”

 

Foto tomada por Peter Anderson. (Foto. Museumofyouthculture.com)

MODA, MEDIANA Y DRAG

El arte drag no solo es espectáculo, es también una declaración visual que desafía las normas tradicionales de género, estética y representación. En México, sin embargo, la exposición al drag sigue siendo limitada, y eso se refleja claramente en los datos obtenidos. El 60% de los encuestados afirma no haber visto nunca contenido o shows relacionados con el arte drag, frente a un 40% que sí ha tenido algún tipo de acercamiento. Esta diferencia sugiere que, a pesar del crecimiento del movimiento drag en plataformas internacionales y en ciertos espacios locales, sigue existiendo una gran parte de la población que desconoce o no ha interactuado con esta forma de expresión.

Figura 1
¿Has visto shows o contenido de arte drag?
Nota. Elaboración propia.

Cuando analizamos los medios a través de los cuales las personas que sí han visto drag han tenido contacto con este arte, encontramos que el 33.3% lo ha hecho en bares, antros o redes sociales, espacios tradicionalmente vinculados con la comunidad LGBTIQ+ y donde el drag ha encontrado refugio y audiencia. En contraste, solo un 6.7% ha visto drag a través de televisión o plataformas de streaming, lo cual sugiere que la representación del drag en los medios tradicionales sigue siendo marginal o limitada a ciertos nichos. Más revelador aún es que el 60% de los encuestados no ha visto drag en ninguna plataforma ni espacio, lo que evidencia una falta de acceso, interés o difusión generalizada.

Figura 2
¿Dónde has visto drag?
Nota. Elaboración propia.

Este limitado contacto con el drag también se relaciona con la percepción social sobre su libertad de expresión. Al preguntar si creen que las drags tienen libertad total para expresarse en México, solo el 26.7% respondió afirmativamente, mientras que un contundente 73.3% considera que no gozan de esta libertad. Esta percepción es crucial: no basta con que existan espacios para el arte drag si estos no garantizan seguridad, respeto y verdadera inclusión. La visibilidad sin libertad real es apenas una ilusión de apertura.

Figura 3
¿Crees que las drags tienen libertad total para expresarse en México?
Nota. Elaboración propia.

Por otro lado, si bien la comunidad LGBTIQ+ está ligada por naturaleza al origen y evolución del drag, en el municipio de Nezahualcóyotl sólo el 20.8% se identifica como parte de esta comunidad, mientras que el 79.2% no lo hace. mientras que en la Ciudad de México el 17.4% pertenece a la comunidad y el 82.6% no se siente parte de la comunidad. Esto implica que la mayoría de las opiniones sobre el arte drag provienen de personas fuera de la comunidad, lo cual también puede influir en los niveles de desconocimiento o en los prejuicios aún presentes.

Figura 4
¿Te identificas como parte de la comunidad LGBTIQ+? (Población de Nezahualcóyotl)
Nota. Elaboración propia.

Figura 5
¿Te identificas como parte de la comunidad LGBTIQ+? (Población de Ciudad de México)
Nota. Elaboración propia.

El título de esta sección, alude a esa especie de zona intermedia en la que se encuentra el arte drag actualmente: ni completamente marginado ni del todo integrado a la cultura dominante. Está presente, pero aún no es parte del discurso cotidiano de la mayoría. La “moda” drag —extravagante, teatral, excesiva— no sólo rompe con estereotipos de belleza y género, sino que propone una estética alternativa que comienza a influir en el mainstream, desde las pasarelas hasta las redes sociales. No obstante, esta influencia aún convive con una falta de entendimiento generalizada sobre lo que el drag representa más allá del disfraz o el entretenimiento.

Así, el drag se mueve en una especie de “mediana cultural”: entre lo visible y lo marginal, entre lo aceptado y lo censurado, entre lo que se entiende y lo que se juzga. En este contexto, reflexionar sobre el lugar del drag en la sociedad mexicana no es solo hablar de shows, pelucas y maquillaje. Es, en esencia, hablar de libertad, de identidad y del derecho de cada persona a construirse y representarse como desee.