El drag es mucho más que lentejuelas, maquillaje y plataformas altísimas. Se trata de una expresión artística, cultural y política que desafía las normas de género, abre nuevas vías de comunicación y construye espacios de libertad tanto individual como colectiva.
Aunque el auge del drag moderno parece reciente, sus raíces se remontan a tiempos ancestrales. Historiadores apuntan que ya en el teatro de la Antigua Grecia y Roma los hombres interpretaban personajes femeninos sobre el escenario. Simon Doonan, autor del libro Drag: The Complete Story, destaca prácticas similares en otras culturas, como en el teatro Kabuki de Japón y la ópera de Pekín en China durante los siglos XVII y XVIII. Incluso William Shakespeare recurrió al drag en sus obras, como en Noche de Reyes, donde la protagonista adopta una identidad masculina.
Sin embargo, otros expertos afirman que el drag moderno surgió más recientemente. Lady J, artista drag y doctora en musicología especializada en la historia del drag, ubica su origen más claro en la Inglaterra de 1860. En ese año, Ernest Boulton —del dúo Boulton and Park— utilizó por primera vez la palabra “drag” para describir su acto de travestismo. El término posiblemente proviene de la forma en que las enaguas de los actores rozaban el suelo (en inglés, to drag significa arrastrar).
Según un artículo publicado por National Geographic, en Estados Unidos, se popularizaban los espectáculos de juglares racistas, donde hombres blancos se pintaban la cara de negro para ridiculizar a los afroamericanos. En estos shows también aparecían hombres vestidos como mujeres negras de piel clara, conocidas como yaller gals, según Lady J.
Con el paso del tiempo, estos espectáculos evolucionaron hacia el vodevil, un estilo teatral muy popular en los años 1880. En ese contexto, los imitadores comenzaron a representar mujeres blancas glamorosas, con cuerpos estilizados y maquillaje elaborado. Julian Eltinge, estrella del cine mudo, se convirtió en uno de los más famosos.
Hoy, el drag se ha consolidado como una de las manifestaciones artísticas más visibles de los últimos años. Ha dejado claro que siempre fue un conjunto de disciplinas transgresoras que exploran el género, la creatividad y el arte. Busca generar espacios para quienes lo practican, y promueve la reflexión sobre la autenticidad, la deconstrucción del género y la expresión personal.

Nopal, tacón y pestaña
Aunque la historia del drag se ha desarrollado de manera distinta en cada país, México cuenta con una trayectoria propia, con pioneras, maestras y figuras de la realeza drag. Además, se trata de una práctica profundamente ligada a la comunidad LGBT+, que permite la crítica y el análisis social respecto al género, la expresión y la orientación sexual.
En México, el drag encuentra sus raíces en el travestismo, una expresión artística que floreció en espacios LGBTIQ+ como bares, fiestas y eventos culturales. A diferencia del travestismo —que suele enfocarse en imitar a artistas famosos o animar eventos (hosteo)—, el drag incorpora elementos políticos, teatrales y exagerados. Además, abarca múltiples estilos como spooky, camp, comedy queens, pageant y fashion.
Según un artículo publicado en Every, es un medio digital enfocado en noticias y contenidos relacionados con la comunidad LGBTIQ+. Francis es originaria de Campeche, se destaca como una de las figuras más importantes del drag y travestismo en México. En los años 80 y 90, tras dejar el grupo travesti Las Femmes, creó su espectáculo El show de Francis, que se presentó durante quince años en el Teatro Blanquita de la Ciudad de México, además de hacer giras por Estados Unidos y América Latina. Su show, que llenaba la sala cada noche, llegó a compararse con los espectáculos de Las Vegas. Entre los años 90 y 2000, Francis también participó en películas, obras de teatro, telenovelas y tuvo su propio programa en Televisa: Hasta en las mejores familias.
Inspiradas por su legado, nacieron Las Hermanas Vampiro, un colectivo conformado por La Supermana (Daniel Vives), La Superperra (Oswaldo Calderón) y Sergio Alazcuaga. A mediados de los 90, iniciaron un show influenciado por el cabaret mexicano. Usaban un lenguaje fuerte, clasista y discriminatorio con intención crítica, con el fin de visibilizar actitudes negativas normalizadas y generar conciencia. Este colectivo es reconocido como creador del primer show drag queen en México y América Latina.
Gracias al impacto de estas propuestas, en 2002 el actor y conductor Horacio Villalobos lanzó el programa Desde Gayola en Telehit. En él participaron figuras como Francis, La Supermana, La Roña y La Manigüis. Aunque el programa no siempre ofreció una representación adecuada, marcó un hito con seis temporadas y cerca de 800 episodios.
El drag en México se nutre del teatro popular y del cine de la Época de Oro, donde actores encarnaban personajes del género opuesto como parte del entretenimiento. Con el tiempo, dejó de ser solo un acto cómico o paródico para convertirse en una plataforma de resistencia política y expresión de identidades disidentes. Según el diario El Universal, el drag actual trasciende el vestuario: representa una forma de arte que confronta prejuicios sociales y replantea la manera en que entendemos el género, la estética y el cuerpo en el espacio público.
El drag no es sólo espectáculo: también es una herramienta de liberación personal y colectiva. Permite a las personas desafiar las normas impuestas por la sociedad heterocisnormativa y ofrece un espacio seguro para explorar identidades diversas. A través del vestuario, el maquillaje y el performance, el drag se transforma en una forma de resistencia frente a las expectativas tradicionales.
"El Show de Francis" fue un éxito en México y Estados Unidos a lo largo de 15 años" (Foto: infobae)
Dragdemia: mutaciones de identidad en normalidad
El activista y vocero de los derechos humanos Adrián Andrés por medio del sitio web “La Biblia Drag” establece que “Para les artistes drag, durante el confinamiento forzado en el auge de la crisis del COVID19, buscaron desarrollar espacios donde presentar su trabajo y su arte, dado que no les podíamos ver físicamente en antros y bares, ahora les veíamos en medios digitales, empapando nuestros muros y timelines con performances, fotografías, videos y contenido audiovisual.” Loba Volcánica, drag queen de argentina expresó: “Fue difícil, pero también aprendimos a adaptarnos. Ahora sé editar videos, maquillarme en cámara y manejar redes. Antes solo sabía subirme al escenario.”
Las Dragas lograron llegar a nuevas audiencias quienes no les conocían ni iban a conocer bajo otras circunstancias. Aquí el autor, Adrián Andrés, empezó a dimensionar el alcance de este arte y el nivel de capacidad de influencia que tienen les artistes sexo-divergentes, pero a su vez notamos como el radical crecimiento en la popularidad de éste arte que carecía de reconocimiento previo, no era debidamente procesado ni entendido por la misma audiencia, por tal la gente interpretaba a su manera lo que veía sin fundamento, conocimiento, ni nadie que les explicara qué era lo que estaban consumiendo.
La pandemia trajo cambios drásticos de estilo de vida para todos en el mundo, sin embargo quienes trabajan de este arte vivieron una situación diferente a lo que acostumbraban, desde reducir considerablemente sus salarios semanales, replantearse su capacidad para poder continuar, hasta aprovechar y aprender a utilizar las herramientas del auge tecnológico de la época para poder subsistir. Miss Petty, performer mexicana externó: “No podía actuar en bares, pero actué en mi sala para gente de todo el mundo. El drag no se apaga tan fácil.”
Lady Bunny, conocida por su humor irreverente, creó un especial de comedia titulado Cuntagious durante el confinamiento, utilizando el humor como mecanismo de afrontamiento y reflexionando sobre las similitudes entre la pandemia y la crisis del SIDA.